lunes, 1 de junio de 2009

El adiós a 20 años de ritual

En una noche fría, lluviosa e invadida por la emoción, Los Piojos le bajaron el telón a una indiscutible trayectoria musical. Andrés Ciro y los suyos desataron el último vendaval piojoso antes del parate indefinido.

Los Piojos. foto: www.lospiojos.com.ar

Los Piojos. foto: www.lospiojos.com.ar

El concierto, equilibrado y con final vertiginoso, repasó canciones de los 9 discos y complació a un Monumental colmado de adeptos de todo el país. Crónica de cómo se marchó (por ahora) uno los grupos más sobresalientes que ha dado nuestro rock:

“Buenas noches River Plate. ¿Cómo están? ¡Una noche especial!”. Con estas palabras Ciro daba la bienvenida y vislumbraba el devenir del ritual conclusivo. La apertura había sido bien arriba con “Te diría” y “Babilonia”, ambos de “Ay, Ay, Ay” (1994). Y el cantante comenzó a desparramar su espléndida capacidad vocal por las 3 pasarelas. Rugidos chispeantes, descontentos, tangueros, animaron el número.

Los Piojos. foto: www.lospiojos.com.ar

Los Piojos. foto: www.lospiojos.com.ar

El sonido fue muy pero muy inestable durante toda la noche. Principalmente el bajo, que de entrada se escuchó demasiado fuerte, tapando los demás instrumentos. Luego se acomodó, volvió a saturar, y nuevamente retomó la senda normal. En general algún que otro acople, pero… el vientito fresco complicó más de lo previsto.

Y qué decir de los fanáticos, tanto los incondicionales como los que increíblemente debutaban en River. ¡Qué sensación extraña debía atravesar su humanidad! El repertorio era una bomba de tiempo a punto de estallar. Los temas pasaban y pasaban, uno y otro, “Fantasma” y “Difícil”, “Manjar” y “Pistolas”. Pero inevitablemente, cada agradecimiento, cada bailoteo y cada bramido de Ciro significaba uno menos. Un puñal tras otro. Además, a sabiendas del impasse era inútil deshacerse de esa compulsión a identificar frases premonitorias y alusiones al parate. “Ando ganas (llora llora)”, “Tan solo”, “Todo pasa” y “Pacífico” (súper apasionada) fueron claros ejemplos.

Por más que sus integrantes intentaran disimular el clima candente del grupo, la tensión estaba a la vista. Luego de que Micky Rodríguez (bajo), con preámbulo de Ciro, se enfrentara cara a cara a las 65 mil personas para cantar “Fijate”, Tavo Kupinski (guitarra) también tendría su lugar en “Sudestada”. “No me presentaron pero voy a cantar un tema”, había dicho para la canción que fuera dedicada al ex guitarrista Piti Fernández. Creer o reventar.

Era una noche singular, de pasiones alteradas. Y Ciro lo demostró invitando al escenario a un representante de la grey piojosa. Alejando Vellosa leyó una sentida carta que dejó en silencio a absolutamente todos. “Como diría el Indio, las despedidas son esos dolores dulces”, sentenció. Escalofriante. Dos clásicos subirían las pulsaciones: “El farolito” y “Verano del ‘92″ (junto a La Chilinga de Dani Buira), ambos de “Tercer Arco” (1996). Junto a “Luz de marfil” y “Canción de cuna” sentaron los instantes más destacados de la noche.

El ritual de baile desenfrenado de “El balneario de los doctores crotos”, el reggae de “Finale” y los agradecimientos varios a Redondos, Sumo (y sus posteriores divergencias), La Renga, La Mississippi y Bersuit, aceleraba todavía más la cuenta regresiva que había comenzado a las 22 hs. “Los Piojos no se van, Los Piojos no se van, no se van, Los Piojos no se van” suplicaba la multitud, y los de Palomar respondían con “Ruleta” (intro a capella) y un homenaje rockero al palo: “El viejo”, de Pappo.

Las ganas de tocar “hasta que salgan las estrellas” se esfumaron rápidamente. “Los mocosos” a pleno pogo de estadio y “Muévelo” cerraron abruptamente el recital. Se encendieron las luces del estadio, y el líder de la banda aseguró, afligido, “tenemos que cortar por cuestiones municipales”. El fin del show tuvo un sabor raro, inusitado.

Durante 31 temas Los Piojos entremezclaron piezas de todas sus épocas, incluso desempolvaron melodías como “Manise” que hacía rato no sonaba en vivo. El criterio de selección fue el correcto: contentó al público de los teatritos y bares, a de los microestadios y al de los estadios. Sólo podría objetarse el final, que, para quien escribe, no colmó las expectativas de lo que se esperaba para un cierre a 20 años de exitosa carrera. Quizás sea una despedida no tan definitiva… una excusa para el regreso. Quién sabe. Lo firme es que “Este impasse no tiene plazos ni condiciones. Los Piojos no se separan. Tampoco sabemos cuando volverán a reunirse”.

“Se necesita siempre una pasión” asegura el poeta. Y hasta donde sé, hasta donde vi, con su extensa obra, Los Piojos ya han salvaguardado una eterna pasión. Hasta la de aquellos que desde el sábado sospechan haber quedado desamparados. Mi guiño a ellos.